Escuela Acelerada

07.01.2015 21:17

      Los inicios de las escuelas aceleradas se remontan a 1986, cuando un profesor de la Universidad de Stanford, Henry Levin creó este programa inspirándose en las cooperativas de trabajadores y en modelos de organización democrática del trabajo.  

     El profesor Levin llegó a la conclusión que con el planteamiento general que se solía llevar en las aulas americanas, muchos estudiantes estaban irrevocablemente sentenciados al fracaso.  Las aulas se veían como un espacio invariable, en las que todos debían adaptarse a unas exigencias y a unos los niveles determinados, y quienes no consiguiesen superarlos solo podían optar por el camino de la frustración.  Los alumnos que sobresalían y rendían más y mejor, acaparaban todos los recursos y atenciones, dejando relegados a un segundo lugar a aquellos que presentaban mayores dificultades. Se dedican mejores métodos a los alumnos que despuntan y se rebaja el nivel de aprendizaje y expectativas de los que van por detrás debido a determinadas situaciones, como marginalidad, problemas familiares, problemas económicos, etc. Levin consideraba que aquellos alumnos y alumnas que fuesen peor en la escuela son los que necesitan  un impulso más fuerte, no una rebaja en las expectativas.  Ello, lo único que  provocaba era que muchos estudiantes acabasen sus estudios básicos con un nivel  dos años por debajo del que les correspondía.

     Muchas veces, estas situaciones se daban en niños que crecían en ambientes desfavorecidos, en donde su medio no ponía sobre ellos altas esperanzas de triunfo en el futuro.

     Las Escuelas Aceleradas pretenden dejar de lado cualquier prejuicio, ignorar la posición social y los posibles problemas que puedan nacer de esto, y centrarse únicamente  en  las posibilidades de los alumnos, en sus capacidades, en hacerles entender que tienen un vasto campo de futuras posibilidades si explotan y valoran lo mejor de sí mismos. Para ello, se dota de enriquecidos planes de estudio a quienes  menos expectativas tienen, y así conseguir que finalicen sus estudios con el adecuado nivel académico para que puedan beneficiarse de los siguientes niveles del sistema educativo y de mejores oportunidades en su vida adulta.

     Inicialmente, el programa estuvo dirigido al alumnado comprendido entre  los primeros años de formación hasta la finalización de la primaria, aunque en la actualidad se ha expandido a los centros de secundaria.

     Todo el trabajo es conjunto, y se unen las fuerzas de los directores,  los profesores, los padres y los alumnos.  Así, la participación de los padres y madres se ve como una acción fundamental, por lo que forman parte de la estructura de gobierno de la escuela, al mismo tiempo que pueden interactuar en las aulas con el desarrollo de diversas actividades. Se les exige a ser responsables con la educación de sus hijos, obligándoles, por ejemplo, al cumplimiento del horario de descanso de sus hijos, a infundirles altas expectativas, a fomentar su interés por la lectura, a interesarse por su desarrollo académico, etc.

     Igualmente, los que optan por este modelo defienden un aprendizaje activo e interactivo.  Da igual que sean alumnos y alumnas de riesgo; esto no significa que no posean un bagaje que se pueda traducir en nuevos conocimientos que impartan entre sus compañeros. De esta manera se garantiza una enseñanza cooperativa, al mismo tiempo que el alumno experimenta por sí mismo para llegar al conocimiento. Igualdad, comunicación y colaboración, participación, confianza, espíritu de comunidad…son algunos de los valores que pretenden impartir entre el alumnado de las escuelas aceleradas.

     Intentan ser lo más independiente posible. Es el centro quien determina  lo que se quiere estudiar en sus aulas. La responsabilidad  de organizar el currículo es únicamente de la  escuela. Es el director, el profesorado y las familias de los alumnos quienes se encargan de esto. Así, los dictámenes se formulan  de abajo a arriba, y no al revés, como siempre ocurre.

     Este tipo de escuelas aún no se han consolidado en nuestro país, siendo una minoría aquellas que se ponen en marcha.

     A pesar que encontramos sumamente positivo su planteamiento,  no podemos dejar de cuestionarnos si el hecho de querer implementar un nuevo modelo de enseñanza, desligándose de aquel propuesto por el Estado es bueno para los y las alumnas. ¿Salen realmente igual de preparados que otros estudiantes de escuelas normales? Creemos que no. A pesar de “sus buenas intenciones” y de los valores que inculcan, no debe haber una ruptura académica tan fuerte con el exterior, pues el cambio de nivel y de exigencia que hay entre las escuelas aceleradas y las normales puede suponer una modificación  traumática para el alumno o la alumna.